04 septiembre 2012

...ya he leído: Aire de Dylan, de Enrique Vila-Matas

SINOPSIS

«Al igual que Dylan mi padre fue un raro», dice Vilnius, más conocido como el pequeño Dylan, mezcla del cantautor americano y Rimbaud, convencido de que el fantasma de Lancastre, su difunto progenitor, le está traspasando sus recuerdos y clama venganza. Mientras el joven Vilnius se dedica a completar su Archivo General del Fracaso, busca a alguien que reconstruya las memorias de su padre y funda la infraleve y muy ligera sociedad Aire de Dylan, cuyos miembros intentarán desenmascarar a los asesinos de Lancastre en el transcurso de una representación teatral. La nueva novela de Enrique Vila-Matas es un homenaje al mundo del teatro y una divertida e implacable crítica del postmodernismo, contada a través de la relación de un padre y un hijo que personalizan el duro contraste entre la cultura del esfuerzo y el creativo arte de encogerse de hombros y no hacer nada, como Oblomov, el personaje «radicalmente gandul» de la literatura rusa.


COMENTARIO
He leído poco Vila-Matas, pero he conocido esa época en la que se le ha considerado un autor de culto, un autor metaliterariamente clave. Tanto ha sido esta época de “moda Vila-Matas” que he asistido dos veces –que yo recuerde bien- a tertulias en las que él era uno de los ponentes. La primera fue en CaixaForum con Javier Marías, uno se proponía seguidor del Real Madrid y el otro forofo del Barça. Los allí presentes éramos meros “escuchadores” de un diálogo sobre cómo seguían el fútbol dos escritores relevantes de la literatura española contemporánea. Una verdadera chorrada (y me resultó más simpático Javier Marías, a pesar que éste era el seguidor de Real Madrid). El segundo evento fue, exactamente, un acto de presentación del que era en aquella época su último libro (Dublinesca? Ni siquiera recuerdo el título en cuestión!). Tenía lugar en la facultad de filología de la Universitat de Barcelona y, por aquel entonces, yo misma cursaba los estudios de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, por lo que asistí como varios de mis compañeros de estudios. Bueno, aquello fue otra chorrada, sinceramente, aunque estaba más dibujado en el interés literario de su obra. Después de hacerle la pelota un buen rato, el moderador y otros oradores con el mismo Vila-Matas, le preguntaron a éste qué podía aportar sobre aquello que había motivado la escritura de la obra. Vila-Matas no quiso dar ninguna razón sobre sus motivos ya que, argumentaba, cada lector supone libremente sobre aquello que ha conducido a a la escritura o, por el lado de la crítica (contando que muchos de los que estábamos allí presentes queríamos aspirar a hacer crítica literaria con un cierto rigor, u otros a escribir) que acostumbra a disponer la revocación de ciertas declaraciones o insiste sobre el hecho imponderable que si pretendía escribir sobre x o sobre y, en realidad estaba escribiendo sobre w o sobre z. Para qué hablar sobre algo que en realidad no acababa resultando, según parece, nada indispensable (por no decir totalmente dispensable), puesto que cada uno de nosotros (seamos lectores, seamos críticos) compondríamos nuestras propias suposiciones, elaboraríamos nuestras propias razones.

Aire de Dylan intenta tocar temas de importancia en el ciclo vital de cada uno de nosotros, como la muerte, la pérdida y el duelo por aquellos seres más queridos (o no, ironiza sin duda Vila-Matas), sobre el esfuerzo en el trabajo… Estos son los temas principales de la obra, pero me parece que, teniendo momentos de verdadero interés tanto por la construcción “teatralizada” de la ficción que nos presenta, como por numerosos apuntes literarios y metaliterarios que realiza, la obra no llega a ser verdaderamente transcendente. No creo que nadie vaya a perderse nada si no lee esta novela. Ni siquiera me parece interesante el recorrido que hace por las calles de Barcelona, ni sus referencias a la ciudad. Debo confesar que mi única lectura de Vila-Matas hasta el momento, París no se acaba nunca, me resultó radicalmente diferente. Aquello consejos que Marguerite Duras le da en el piso de París al joven escritor en formación para escribir bien me parecen todavía tan memorables, que los apuntes de Juan Lancastre y la respuesta discursiva que elabora este escritor-narrador protagonista no han reunido esa emoción en la lectura. Sí, sí, abunda una intertextualidad trabajada, desde el mismísimo Shakespeare de Hamlet, pasando por la literatura norte-americana de Scott-Fitzegarld, llevándonos a citaciones directas de obras de Philliph Roth, o de Sergio Pitol,… y, por descontado esta presente en toda la obra una profunda reflexión sobre la experiencia en cada uno de nosotros de la conjunción (afortunada o no) de la realidad y la ficción para interaccionar como entes sociales, sin el menor género de dudas, discursivos. O, dicho de otra manera, especula sobre la necesidad de establecer imposturas para sobrevivir o, en la mayoría de las ocasiones, sencillamente sobrevivirnos. Pero lo terrible del caso es que no va a pasar nada si uno no lee Aire de Dylan y se pierde todas estas representaciones, todos estos apuntes. A veces incluso parece que el propio Vila-Matas se excusa, cuando insiste tanto en explicar porque su escritor narrador-protagonista (alter-ego en ocasiones?) acepta escribir las memorias apócrifas de Juan Lancastre. Lo explica tanto que parece Vila-Matas que nos insiste sobre las razones que le han llevado a escribir esta novela (¡claro, como luego no quiere aclararlo en las presentaciones de sus libros, ni siquiera en términos académicos en la Universitat de Barcelona!”). También quiere decirnos que ha decidido dejar de escribir, que se arrepiente de haber sido un tanto prolífico, y que quedará mudo incluso en la vida familiar con su esposa (esto debe de ser una ironía romántica, obvio, porque Roland Barthes ya hace mucho tiempo que mató al autor y no debemos reconocerlo en aquello que éste escribe en sus obras).
Eso sí, felicito a Enrique Vila-Matas por el luminoso ejercicio de crítica literaria que nos ofrece tan calladamente, tan quedo, pero de una forma tan esplendorosa, tan sólo escribiendo esto: “- ¿Quién soy? Me llamo Pedro Páramo como todo el mundo. Mi familia es aire y yo soy mezcla de las voces y recuerdos de distintos vivos y muertos.”, puesto que consigue evocar lo que requiere la comprensión hermenéutica de esta transcendental obra literaria, Pedro Páramo. Qué verdadera maravilla!