08 junio 2009

Al puente de Brooklyn, de Hart Crane

Al puente de Brooklyn, de Hart Crane


Centrarse tan sólo el el poema inicial "Al puente de Brooklyn" de la obra El puente del escritor norteamericano Hart Crane (1899-1932) resulta algo difícil para elaborar un comentario, ya que la obra al completo contiene toda una significación sobre la realidad de una América emblema de lo moderno. América se vuelve fundamental en el discurso cultural de principios del siglo pasado, con su fábrica de sueños de celuloide, su tecnología, los automóviles Ford, el capitalismo relumbrante y metálico de la producción en serie.

La obra fue publicada en el año 1930 de la mano de un poeta que representaba el prototipo de muchacho del Medio Oeste que tienen en su haber el ramillete completo de tópicos propios de la familia disfuncional americana: padres divorciados, homosexualidad reprimida, madre protectora y obsesiva y padre puritano. Cuando al fin decide instalarse en Nueva York, Hart Crane es un hombre sin raíces que escribe a borbotones.

Nueva York, la experiencia de Nueva York del poeta me sirve para iniciar mi comentario sobre Al puente de Brooklyn, una oda a una de las panorámicas más recurrentes de la emblemática ciudad norteamericana. Icono arquitectónico, Crane quiso darle una vigencia trascendental de mito: "y con tu curvatura ofrece un mito a Dios".

El acicate de esa amplitud dimensional mide 1.834 metros y une el barrio de Brooklyn con la isla de Manhattan. Se trata del primer puente colgante del mundo, construido con una estructura de resistencia seis veces mayor de la necesaria. Con la suave curva de sus gruesos cables de acero: "Tus cables respiran aún el Atlántico Norte", suspendidos entre dos torres neogóticas, domina el puerto de Nueva York a más de 84 metros de altura.

Todos estos elementos de la situación física y geográfica se encuentran muy bellamente dispuestos en el poema y, pasados casi cien años de su escritura, la descripciones todavía resuenan en una actual y llamativa vigencia: la presencia del mar, la perspectiva de la isla de la Libertad con su reconocida y simbólica estatua (que como el símbolo del puente nos hace pensar en el traspaso de un estado a otro, en el anhelo de algún cambio), la vida de la ciudad en las oficinas que nos tienen atados a "alguna hoja de cálculo que será archivada" y el ascensor que "nos libera de la jornada...", las luces del tráfico, los edificios de la ciudad: "iluminados bloques urbanos", las vistas panorámicas desde el puente o hacia el puente que nos convierte en espectadores de una "escena trepidante" que ya hacen pensar al mismo poeta en los cines, incluso el loco que se apresura hacia los parapetos del puente y se inclina un poco... todos estos elementos, actuales, vigentes, presentes en nuestra forma de entender la vida urbana, en la comprensión que supuso el símbolo de la propia ciudad de Nueva York como eje de todo lo moderno se encuentran en este poema que he seleccionado para comentar.

Otros términos más místicos y simbólicos también son utilizados por Crane para hablar sobre el puente de Brooklyn en una poesía que, no hay que olvidarlo, es una oda, un canto que expresa la admiración exaltada por algo o alguien. El crítico literario Harold Bloom es un reconocido admirador de Hart Crane y anota en su obra Cómo leer y por qué "Es probable que las primeras lecturas de Hart Crane tengan un efecto glorioso de sonido y ritmo, pero difíciles de absorber. Si leéis repetidamente "La torre rota" o "Poema: al puente de Brooklyn" os los haréis vuestros para toda la vida." El lenguaje simbólico esta muy poblado de términos religiosos: "el cielo de los judíos", que es "oscuro" ante la no llegada todavía del Mesías redentor; la "gracia concedida" en una "vibrante absolución" del "perdón" que otorga la magnificencia del puente; el puente también es la unión de una gigantesca arpa eólica y un altar que recibe la oración del paria. Simbología mítico-religiosa que culmina en el último verso del poema: "con tu curvatura ofrece un mito a Dios"

Pero el puente de Brooklyn también reflexiona sobre la dicotomía entre naturaleza y tecnología en una sociedad que comenzaba a ser ya claramente maquinista, es decir, ya estaba fuertemente definida por la masiva introducción de la maquinaria y la subsiguiente reducción el trabajo manual que esta representa. Es un concepto histórico que hace referencia al fenómeno acontecido durante el principio de la Revolución Industrial. Sociedades industrializadas, repletas de máquinas, qué espeluznante es la validez de la cuarteta:
"La luz del mediodía gotea en las vigas de Wall Street,
diente roto de celeste acetileno;
toda la tarde giran las grúas entre nubes...
Tus cables respiran aún el Atlántico Norte"
Y las luces del tráfico "que rozan tu lenguaje" dice Crane, cuando en la actualidad son, sin duda, el lenguaje también "veloz y sin cesuras" del puente y de la sociedad industrial de nuestros días.

Pero, como he dicho, la naturaleza también se encuentra en el poema, sirve para marcar la experiencia humana primera del hombre, la más íntima, la menos social. El inicio del poema me parece tan maravilloso en ese verso memorable, inolvidable: "Cuántos amaneceres", el paso del tiempo es lo que señala el paso de la experiencia orgánica y natural del hombre por la vida. El tiempo pasa, pasan los amaneceres, vuelan las gaviotas alrededor del puente, salimos del trabajo, vamos al cine, cogemos el coche para desplazarnos, rezamos como parias cuando estamos tristes, miramos a la noche esperando descanso... A pesar de toda esta experiencia humana que se visualiza en la expresión del puente urbano y industrial, el puente no es más que un emblema sagrado que está por encima de nuestra naturaleza insignificante y humana "nosotros, los humildes", el puente aboveda el mar, la hierba que sueña en las praderas y se convierte en un divisa de naturaleza mítica que se eleva hacia Dios.