25 octubre 2008

...ya he leído: Akhenaton, de Naguib Mahfuz




Sinopsis

Para unos, un ser repugnante, deforme, medio hombre, medio mujer, que desatendió las tareas políticas para consagrarse a la disfusión de su nueva religión monoteísta, lo que permitió que los enemigos de Egipto derrumbaran el imperio. Para otros, un hombre fascinante que revolucionó no sólo la religión, sino el arte y la sociedad, y al que las tradiciones y el poder de los sacerdotes de los viejos dioses acosaron hasta la muerte. La visión de su esposa Nefertiti, y tanto de los que le quisieron como de los que renegaron de él, compone el retrato de un faraón que no anheló territorios, sino sabiduría.

Comentari














...Ya he leído: Mi carta más larga, de Mariama Bâ




Sinopsis
Las confidencias de una viuda senegalesa a su mejor amiga, divorciada que ha dejado su país. Entre la resignación i la voluntad de cambiar su vida, el lector accede aun retrato íntimo sobre la condición femenina en África realizado por una escritora que con dos libros se ha impuesto como una destacable voz de la literatura africana.


Comentario

El título original de la obra, escrita en francés es Un si longue lettre y, en esta obra breve y de muy fácil lectura, el lector se encuentra con una correspondencia -Ramatoulaye escribe diversas cartas a su amiga Aïssatou- que se convierte en un dietario sobre la experiencia de duelo de mujer senegalesa después de la muerte de su marido. Este hecho fatal provoca que Ramatoulaye revise sus sentimientos y sus vivencias como esposa, para que renueve la consideración de su marido, después de haberla "abandonado" al contraer matrimonio con una segunda mujer, mucho más joven que ella.
Mariama Bâ habla de las mujeres, y también de hombres, en una sociedad en que la poligamia se encuentra reglamentariamente acceptada. La acceptación formalizada y social poco tiene que ver, en todo caso, con la experiencia íntima de la mujer que debe compartir su hecho familiar, (su pareja y su consideración como madre y esposa), con una nueva figura, más joven, que le obligará a reestablecer su tiempo y espacio en el hogar. Además, la protagonista escribe a una mujer que no ha acceptado el mismo tipo de premisa social, ya que ante la propuesta de su marido de adoptar segundas nupcias, decide divorciarse de éste y llevarse a sus hijos con ella, al extranjero. Ramatoulaye y Aïssatou son dos personajes que, reinvindican la necesidad de cambio en una situación social femenima muy marcada por la tradición (la que proviene de los ancestros, es decir, de los mayores) y por la forma del poder masculino.
Mi carta más larga, no es una obra "feminista", si bien se le podría asignar este adjetivo. Sin duda, la reivindicación de una nueva situación en la sociedad de la mujer, es el elemento más destacable de la novela. Pero, quedarse sólo con esta perspectiva, nos dejaría en una contemplación, en mi opinión, algo reduccionista. Mariama Bâ habla de las emociones y, queriéndose fijar sobretodo en las femeninas, nos señala de una forma muy remarcable las masculinas. !Qué retratos, los de esos hombres que necesitan acercarse a la mujeres jóvenes para revalorizarse¡
Las reflexiones al respecto de la familia (en el sentido de unidad social) también son abundantes y de gran interés. En este sentido, Mariama Bâ acercará a los que desconozcan las formas socioculturales de los paises sudsaharianos, a un gran número de prácticas y usos muy alejados de los de occidente. Destaco la figura de la vecina griot, Farmata, y las explicaciones sobre las costumbres relacionadas con la forma de entender la muerte y el duelo.
Escrita en 1979, por una mujer senegalesa con educación superior, y de base cultural francesa, falta a Mi carta más larga, una seria exploración del fondo social de la mujer de su país. Ramatoulaye, la protagonista, pertenece a una clase bienestante y su problemas materiales resultan algo livianos, en ese sentido, de poca profundidad. No obstante, tres generaciones de mujeres se pasean por esta novela, y el cambio de perspectiva ante la vida que va desde la abuela hasta las hijas de Ramatoulaye, dotan a la obra de un gran interés por la validez del esbozo emocional, por la sabia forma de expresar las diferencias entre las mujeres más mayores y las de menor edad.

04 octubre 2008

Esa cosa extraña llamada Amarcord



Fellini nos habla desde sus recuerdos de juventud adolescente en la película Amarcord. Los recuerdos, ese vago y a la vez definitorio objeto de nosotros mismos... ese espacio engañoso que nos permite vivirnos como sólo nosotros nos entendemos. Partiendo del punto de vista de la evocación, ese distorsionado y distorsionador elemento de la memoria, Federico Fellini repasa a través del ciclo de un año estacional la vida en una población costera del norte de Italia en los años 30 del siglo XX, un lugar poblado por una serie de personajes que lindan casi al completo con la indisoluble contradicción propia de la nostalgia: la de la fascinación y el desencanto.
Probablemente debemos preguntarnos sobre el valor de la anécdota como planteamiento discursivo narrativo, para desentramar el conjunto de historias que llenan el metraje de esta película; como también debemos cuestionarnos sobre la validez del exceso poético, para descubrir el entretenido puzzle estético que presenta el film. Difícil ejercicio, en definitiva, ya que nos guste o no el resultado estrictamente cinematográfico de Amarcord (vamos, la película), seguramente nos va a dar qué pensar.
Y es que para mí, pueda situarse o no con exactitud histórica... qué mejor metáfora de la guerra (y no precisamente la de las filas) que ese crudo, largo y frio invierno en el pueblo; qué mayor evasión en aquellos tiempos que la de las salas de cine; qué peor dolor que la muerte de esa madre que sintentiza la idiosincrasia italiana y ese baile de los chicos en la envolvente niebla, donde antes se ha perdido el abuelo de Titta, que recuerda sólo una niebla similar en el año 1922, ¿tendrá algo que ver esto con Mussolini?
Pero claro, Fellini también rememora los años en la escuela, las confesiones en la iglesia, las reuniones familiares, las manifestacions fascistas, la contemplación de las mujeres y la aproximación al sexo, los visitantes del gran hotel, las carreras automobilísticas del circuito de Monza... en definitiva, un anecdotario colorista y vital, en tono de sainete ("somos de sainete" afirma Miranda, la madre de Titta, en la caótica comida en casa), que representa una curiosa forma de aceptación de la vida.
Después de contemplar estos cómicos retales (Amarcord se revela como un delicado trabajo de patchwork), parece que ya los queremos, que estimamos a ese conjunto de personajes que terminan por reunirse en un descampado (diríase Europa después de la Segunda Guerra Mundial) a celebrar la boda de Gradisca, uno de los personajes que mejor hemos podido seguir durante el metraje. Los consideramos porque igual nosotros también hubiésemos formado parte de esa pequeña -alegre y grosera; divertida y nostálica; agitada y sufrida; temeraria y respetuosa - masa a la que parece que nadie ve desde el mismisímo transatlántico Rex, aunque hubiésemos remado un día entero para verlo.